Nacimiento de un queso

Imagina a un queso como un ser que comienza su vida en una tranquila granja. Todo empieza con la leche, fresca y rica, proveniente de vacas, cabras, ovejas o incluso búfalas, según el tipo de queso que está destinado a ser. Esta leche se calienta suavemente, y luego se le añade un agente coagulante, como cuajo, que la convierte en una masa sólida y suave. En ese momento, el queso está «naciendo» en su forma más básica.

queso corriendo

La cuajada que se forma se corta en pequeños trozos para liberar el suero. Luego, se remueve y calienta a distintos niveles, lo que define la textura y el sabor del queso. Después, se moldea, se presiona para darle su forma y, dependiendo del tipo de queso, se sala cuidadosamente. La sal es como una bendición para el queso: intensifica su sabor y ayuda a conservarlo.

Si el queso está destinado a ser joven, puede ser consumido al poco tiempo. Pero si debe madurar, lo espera una fase crucial de «afinación» en cámaras especiales, donde el tiempo y el ambiente obran su magia. Allí, el queso desarrolla sabores únicos, desde los suaves y cremosos hasta los intensos y complejos, a medida que va evolucionando.

Finalmente, llega el momento en que el queso, con toda su historia, su sabor y sus secretos, sale a la mesa. Ya sea en un plato gourmet o en una merienda sencilla, el queso alcanza su propósito: ser disfrutado, compartido y apreciado.

tabla de quesos

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